Fuerza y elasticidad para la piel.
Las arcillas son ricas en sales minerales; purifican, cicatrizan y calman, por eso se vienen usando desde la antigüedad en la elaboración de cataplasmas o tratamientos capilares y son bastante efectivas desde la primera aplicación.
Esta mascarilla facial de la foto es muy beneficiosa para pieles secas, sensibles y maduras. Se basa en una formulación a base de arcillas blanca y amarilla que limpian y cierran los poros dilatados, óxido de zinc con propiedades cicatrizantes de pequeñas marcas, pétalos de rosa, ginkgo biloba para tonificar y aclarar el cutis y una combinación de plantas ayurvédicas como neem, tulsi, gran antibacterianos, calmantes y antioxidantes, loto sagrado, ashwagandha muy apropiadas para pieles maduras por su acción antioxidante, alisadora y regeneradora.
Su utilización es sencilla: basta con agregar un poco de agua a 1 cucharada de mascarilla para crear una pasta cremosa que aplicaremos en el rostro y cuello dejándola unos 15 minutos antes de aclararla con agua templada. No conviene dejar que se seque del todo pues las arcillas absorben mucha humedad y podría resecar la piel. Si quieres mantenerla por más tiempo, puedes pulverizar el rostro con un poco de agua o hidrolato para humedecerla.
Antes de aplicarse cualquier mascarilla, la piel debe estar perfectamente limpia e incluso es recomendable haber realizado una suave exfoliación previa para que sus activos se aprovechen mejor.
Como esta mascarilla está envasada en seco, se conserva bien por mucho tiempo y admite la incorporación de ingredientes caseros para personalizarla según necesidad. Si por ejemplo tienes la piel grasa, mixta o con imperfecciones le puedes añadir miel, un poco de zumo de limón o un hidrolato de cítricos. Si tu piel es seca, puedes agregar un poco de yogur o leche vegetal o una cucharadita de aceite virgen. Seguro que en casa tenemos muchos ingredientes frescos que le podemos añadir a estos polvos mágicos.